¿Cuántas veces pensamos en un baño relajante, con espuma y sales?… Pero ¿cuántas veces lo llevamos a cabo? La respuesta es ninguna.
Nuestro estilo de vida y las prisas hacen que no tengamos tiempo (y a veces dinero, recordemos lo que cuesta llenar una bañera) para darnos un baño de espuma.
Nos acabamos dando una ducha, que es igual de revitalizante y más rápida.
Entonces, ¿para qué queremos una bañera? Lo cierto es que el plato de ducha tiene muchas más ventajas que inconvenientes:
1.- Practicidad. Pensemos en un ejemplo extremo, pero factible: tenemos una escayola en la pierna, y cada vez que intentamos meternos en la bañera la tarea se vuelve titánica. O simplemente, nos vamos haciendo mayores y nuestros movimientos se vuelven más limitados.
2.- Ahorra energía y agua. Al tomar duchas siempre y no baños podremos ahorrar cientos de litros, con el consecuente ahorro, no solo del agua, si no de la energía que se requiere para calentarla, para nuestro bolsillo y para el medio ambiente.
3.- Higiene. Las bañeras, tienden a albergar moho, sobre todo si el baño es un interior que carece de ventana.
4.- Limpieza. Es mucho más cómodo limpiar un plato de ducha que no una bañera.
5.- Ayuda del gobierno. ¿Por qué no aprovecharnos de una subvención como ésta?
6.- Personalización. Los platos de ducha son muy personalizables al poder elegir en un amplio catálogo de colores y materiales, por lo que ya no existe la escusa de que los colores \»no pegan\» con el resto del baño.